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La sociedad de la nieve

«Cultivo una rosa blanca / en junio como en enero / para el amigo sincero / que me da su mano franca / y para aquel que me arranca / el corazón con que vivo / cardo ni ortiga cultivo / cultivo una rosa blanca». J. Martí.

¡¡¡Saludos, queridxs yogurines y amantes de los libros!!!


Hoy les traigo la reseña de un libro que es la recopilación de testimonios sobre un hecho real. Solo diré que la lectura de esta reseña vale la pena.


El autor:


Escritor, periodista y guionista, Pablo Vierci nació en Montevideo el 7 de julio de 1950. A lo largo de su carrera ha escrito guiones tanto para documentales como para largometrajes. También ha participado como panelista en programas como Debate abierto de Canal 10.


En lo literario ha escrito Los tramoyistas —publicado en 1979 y traducido al portugués y al inglés—, Pequeña historia de una mujer, Detrás de los árboles, 99% asesinado, La sociedad de la nieve o El fin de la inocencia, entre otros. También ha coescrito "Tenía que sobrevivir", junto a Roberto Canessa, donde este último narra cómo nació su vocación por la medicina.


Vierci ha sido reconocido con galardones como el Premio Nacional de Literatura de Uruguay en 1987 y 2004 y el Premio Libro de Oro de la Cámara Uruguaya del Libro en 2009. También se ha alzado con varios premios gracias a su trabajo como guionista.


La obra.


Sinopsis: 

Cincuenta años después de la tragedia de los Andes, los sobrevivientes narran cómo lograron superar lo insuperable. El 13 de octubre de 1972 un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en la cordillera de los Andes.

Iban a bordo cuarenta y cinco personas, dieciséis de las cuales fallecieron en el acto o pocas horas después. Con alrededor de veinte años, a cuatro mil metros de altura y treinta grados bajo cero, sin abrigo ni comida, la relación entre víctimas y sobrevivientes se invirtió y solo regresaron con vida dieciséis.

Pablo Vierci, compañero de colegio de los sobrevivientes y de muchos de los que murieron, recrea a través de sus voces el mundo del que provenían, los momentos previos al accidente, la experiencia en la montaña, la decisión de alimentarse de los cuerpos de sus compañeros, la expedición en busca de ayuda, los días posteriores al rescate y la vida que siguió a la tragedia.

Trascendiendo la anécdota, su texto compone un mosaico grandioso sobre el que se proyectan dieciséis cordilleras, así como las historias truncas de los que no volvieron.

Tras medio siglo madurando y aprendiendo las lecciones detrás de la tragedia y la adversidad que vivieron, en un escenario desmesurado y solitario, perdidos en medio de la nada, abandonados por el mundo, quienes sobrevivieron lograron crear una sociedad diferente a todas las conocidas, marcada por un pacto de entrega mutua.

Esta edición de "La sociedad de la nieve" incluye una nueva introducción del autor y un texto del cineasta J. A. Bayona, director de la versión cinematográfica en Netflix.


Opinión personal:


“En la sociedad de la nieve los códigos eran completamente diferentes a la sociedad de los vivos, donde lo que se apreciaba no era algo material, sino intangibles como ser todos iguales, pensar en el grupo, ser fraternos, prodigar afectos o abrigar ilusiones.”


Este libro, que contiene 33 capítulos, más una introducción y una carta de J.A. Bayona, en mayo de 2011, es un tesoro. O al menos eso es lo que parece cuando apenas abrís el libro y tan solo la introducción que hace el autor para la edición de después de la peli de Netflix te hace llorar.


A ver, que me explico mejor. El mismo año en el que yo nací se estrenó la película ¡Viven!, la cual es una producción de Hollywood y que no es una mala película. Sin embargo, no deja de ser una producción de Hollywood. 

Crecí conociendo la historia del accidente de los Andes gracias a esa película, porque cada vez que la daban en la tele mis papás, los papás de mis amigos, o incluso nuestras maestras nos contaban la historia desde su punto de vista de haberse enterado por los diarios de esta tragedia. Los protagonistas son uruguayos, viajaban a Chile, pero esa historia golpeó a ambos países y a Argentina también. O al menos Esa es mi impresión por la sensibilidad con la que los que vivieron en esa época nos lo cuentan. 


Ahora, conocer la historia no te prepara para escuchar, leer, o ver en una película lo que ellos vivieron.

Eso hace que ya desde la introducción el autor logre envolverte en esa historia que los sobrevivientes se atreven a contar, aunque ya hayan pasado más de 50 años. Es mejor leer este libro con un paquete de carilinas al lado, porque es impresionante la manera cruda que cuenta esta historia ¡y eso que la introducción solamente es un recapitular para contar cómo se llegó desde la edición del libro hasta la filmación de la adaptación del libro! una locura… 


Cuando se estrenó la película de Bayona,  YouTube estalló a causa de la cantidad de reseñas, reviews y resúmenes de dicha adaptación. Una de esas reviews explicaba el porqué tanto el libro como la película tienen por nombre La sociedad de la nieve.Y está muy bueno el análisis porque tiene todo el sentido del mundo: en una sociedad cada uno de sus integrantes tiene un por qué. Normalmente la sociedad es explicada como una pirámide ¿No?,  en la que hay estratos, la base vendría a ser el pueblo, en el estrato del medio estaría la clase media o algo parecido, un poco más arriba estaría el clero y la nobleza o gente de guita, y más arriba estaría la clase gobernante. 

En esta sociedad que se formó entre los que estaban tratando de sobrevivir al accidente del avión en los Andes, esta sociedad de la nieve, no hay un rango piramidal pero sí cada uno ocupa un sitio en esa sociedad. 


Incluso los que se van muriendo. 


Están los que se encargan de racionar los alimentos, los que se encargan de cuidar a los heridos, los que buscan los lugares por los que pueden volver a la civilización (o lo que comúnmente llamamos civilización), los que se encargan de intentar establecer una comunicación  utilizando la tecnología del avión, los que se encargan de nunca perder la fe, y los que aceptan que si sus muertes van a hacer que sus compañeros sigan un tiempo más con vida, estas muertes no van a haber sido en vano.

Y creo que eso es importante, casi tanto como todo lo demás, porque a uno le enseñan que el canibalismo (antropofagia) no es bueno, pero en este caso el haber tenido que recurrir a eso salvó la vida de los que hoy llamamos sobrevivientes. Y lo que les hizo aceptar a ellos mismos el tener que recurrir a esto, fue que sus compañeros a medida que iban sabiendo que no iban a sobrevivir, les autorizaban a consumir sus restos. 


No sé si es porque ya conocía la historia, porque crecí con el relato de ese accidente, o qué, pero a mí nunca me molestó la parte en la que se relata que ellos tuvieron que recurrir al canibalismo para sobrevivir (o quizás es que lo aprendo en los libros de historia, que siempre va a haber un punto en la historia del hombre donde hubo un hecho en el que se haya tenido que recurrir al consumir carne humana), pero sin embargo me resulta interesante que ellos destacan que sin eso no hubiesen podido seguir con vida. No me molesta ni me genera ruido que lo hayan tenido que hacer, pero me llama la atención que lo destaquen de esa manera. 


Cuando regresamos a Montevideo, en los primeros tiempos me costó mucho vivir con el tema de haber comido los cuerpos de los amigos muertos, porque al tabú uno lo tiene adentro, agazapado, aunque crea que lo ha superado y resuelto. Y si bien la sociedad no te lo recuerda constantemente, indirectamente te lo señala. Si por un lado fue una íntima comunión entre los hombres, una amorosa entrega para que los otros siguieran viviendo, en términos prácticos allá arriba debíamos cortar y comer todo, y esa imagen es demasiado violenta. En mis conferencias sobre los Andes siempre me preguntan qué partes comíamos, y respondo: todo.


Durante todo el relato, pareciera que ellos jamás abandonaron algunas reglas de esa sociedad que formaron en la montaña (porque, como toda sociedad, no dejaba de tener reglas con las que regirse), y una de ellas fue la sinceridad tan cruda con la que cuentan este relato.


Creo que al final estábamos más cerca del mono que del hombre, con la única diferencia de que éramos seres pensantes, y fundamentalmente con una espiritualidad agudizada que se iba tornando más sutil con el correr de los días.


Algunos destacan que los momentos de inflexión en esa sociedad fueron cuando escucharon en la radio que tenían, la noticia de que no los seguirían buscando porque los habían declarado ya muertos (los anteriores accidentes en los Andes habían tenido ese final); y el alud, donde fallece el capitán del equipo de Rugby, y quién encarnaba a esa sociedad a la que luego volverían los 16 supervivientes.


Esos días que pasamos alimentándonos de nuestros amigos y compañeros que habían muerto, ellos nos estaban dando la posibilidad de vivir. Por eso siento que mi vida me pertenece, sí, pero también siento que les pertenece a ellos. 


Aprendieron que la verdad es el idioma realmente universal, ¿Y qué hizo la sociedad supuestamente civilizada? Les pidió que mintieran.

Lo primero que aprendimos en la montaña es a decir la verdad: cuando nos rescataron, nos pidieron que negáramos que habíamos comido los cuerpos muertos. Nosotros éramos jovencitos y se arrimó gente prestigiosa, con mucho peso, que sus razones tendría, y nos dijo: «Escóndanlo». Pero ¿por qué? Si lo que había aflorado allá arriba fue el respeto a la vida, el respeto a la muerte, si lo que afloró en ese infierno fue el afecto, el único antídoto que conseguía disolver parte de ese dolor, ¿cómo íbamos a bajar a la vida y lo primero que diríamos sería una mentira?


Me gusta que en las partes donde no son relatos en primera persona de los sobrevivientes, sino que es una narración de los hechos que van desde que llegaron al aeropuerto en Montevideo hasta que lograron volver, la pluma del autor te hace sentir todo lo que ellos sintieron: alegría, tristeza, incertidumbre, dolor… todo.


En un momento, Roberto se detuvo, sorprendido. Frente a sus ojos, a medio metro, había una lagartija, mirándolo fijamente. Era el primer ser viviente que veía. Se dio cuenta de que al dejar de ver nieve, dejaba de ver muerte. Había lagartijas, agua y, un poco más allá, un manchón de pasto, musgo, hierba y juncos. Si bien era un lugar extremadamente árido y solitario, le resultó el paraíso.


Me resulta admirable que el autor haya logrado que todos los sobrevivientes (incluso, y eso es lo mejor, los que nunca hablan de los Andes a los ajenos al círculo íntimo) dieran su testimonio para el libro.


Agradezco enormemente al club de lectura por este desafío, ya que me hizo aprender muchas cosas sobre la experiencia humana. Sin embargo no serán 5 ✨ de puntaje, ya que no puedo asegurar que sea de mis mejores lecturas. Aunque es raro puntuar un libro así… 8/10 (4/5 ✨).


Y, como esto es todo, me despido.

Hasta la próxima reseña.

Chaíto!!


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