¡¡¡Saludos, queridxs yogurines y amantes de los libros!!!
Hoy les traigo la reseña de un libro que me resultó un muy interesante maestro. Les hablo de Siddartha, de Hermann Hesse.
Para que sepan mejor de qué hablo, vamos a pasar directamente a la ficha de autor.
El autor:
Novelista y poeta alemán, nacionalizado suizo. A su muerte, se convirtió en una figura de culto en el mundo occidental, en general, por su celebración del misticismo oriental y la búsqueda del propio yo.
Hesse nació el 2 de julio de 1877 en Calw, Alemania. Hijo de un antiguo misionero, ingresó en un seminario, pero pronto abandonó la escuela; su rebeldía contra la educación formal la expresó en la novela Bajo las ruedas (1906). En consecuencia, se educó él mismo a base de lecturas. De joven trabajó en una librería y se dedicó al periodismo por libre, lo que le inspiró su primera novela, Peter Camenzind (1904), la historia de un escritor bohemio que rechaza a la sociedad para acabar llevando una existencia de vagabundo.
Durante la I Guerra Mundial, Hesse, que era pacifista, se trasladó a Montagnola, Suiza; se hizo ciudadano suizo en 1923. La desesperanza y la desilusión que le produjeron la guerra y una serie de tragedias domésticas, y sus intentos por encontrar soluciones, se convirtieron en el asunto de su posterior obra novelística. Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Demian (1919), por ejemplo, estaba fuertemente influenciada por la obra del psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su propio (breve) psicoanálisis. El tratamiento que el libro da a la dualidad simbólica entre Demian, el personaje de sueño, y su homólogo en la vida real, Sinclair, despertó un enorme interés entre los intelectuales europeos coetáneos (fue el primer libro de Hesse traducido al español, y lo hizo Luis López Ballesteros en 1930). Las novelas de Hesse desde entonces se fueron haciendo cada vez más simbólicas y acercándose más al psicoanálisis. Por ejemplo, Viaje al Este (1932) examina en términos junguianos las cualidades míticas de la experiencia humana. Siddharta (1922), por otra parte, refleja el interés de Hesse por el misticismo oriental —el resultado de un viaje a la India—; es una lírica novela corta de la relación entre un padre y un hijo, basada en la vida del joven Buda. El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de Hesse. La doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, al igual que su obra posterior Narciso y Goldmundo (1930). La última novela de Hesse, El juego de abalorios (1943), situada en un futuro utópico, es de hecho una resolución de las inquietudes del autor. También en 1952 se han publicado varios volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre.
Hesse, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946, murió el 9 de agosto de 1962 en Suiza.
La obra.
Sinopsis:
Esta novela, ambientada en la India tradicional, relata la vida de Siddhartha, un hombre para quien el camino de la verdad pasa por la renuncia y la comprensión de la unidad que subyace en todo lo existente. En sus páginas, el autor ofrece todas las opciones espirituales del hombre. Herman Hesse buceó en el alma de Oriente a fin de aportar sus aspectos positivos a nuestra sociedad. Siddhartha es la obra más representativa de este proceso y ha ejercido una gran influencia en la cultura occidental del siglo XX.
Opinión personal:
“Preocupado, aunque dichoso, evocó aquel pasado en el que, según pudo recordar, se había ufanado ante Kamala de dominar tres cosas, tres artes nobles e insuperables: ayunar, esperar y meditar. Esta había sido su fortuna, su poder y su fuerza, su más firme apoyo. En los años penosos y difíciles de su juventud había aprendido esas tres artes, nada más. Y ellas lo habían abandonado ahora, ninguna le pertenecía ya: ni el ayuno, ni la meditación, ni la espera. ¡Las había sacrificado por lo más efímero y mezquino que existe: el placer de los sentidos, la vida holgada y las riquezas!”
Hay una frase de mí papá que sería perfecta para definir a este libro: “El maestro solo llega cuando el alumno está preparado” (y, ahora que lo pienso, mí papá leía mucha filosofía, por lo que tiene sentido. Y hasta capaz que la frase la leyó en alguno de esos libros).
Este libro es un maestro. Puede que caiga en tus manos y no estés listo, por lo que no puedas sacar ninguna enseñanza (y es completamente válido), pero también puede que la enseñanza que saques de él sea completamente diferente a la que pueda sacar otro lector.
La principal que saqué yo es que por más doctrinas que se aprendan, la verdadera sabiduría no se transmite con palabras, sino con experiencia (algo así como lo que diría Antoine de Saint Exupéry en su “El principito”, que lo esencial es invisible a los ojos), pero si te pasás la vida buscando esa sabiduría, puede que no la sepas reconocer.
Y que cada uno, como ya dije, tiene sus propios aprendizajes, porque la sabiduría tampoco es la misma para cada persona, ya que cada uno comienza el aprendizaje, la búsqueda de esa misma sabiduría, con un bagaje distinto. No es lo mismo lo que yo viví en el pasado que lo que pudo haber vivido (odio usar ese término, pero bueno) quién esté leyendo está reseña. Y eso es lo que hace de este libro un maestro: cada uno lo toma, lo lee y aprende lo que este libro enseñe, de acuerdo con lo que el lector ya traía.
Y algo así es lo que pasa en la novela: Siddhartha busca combatir su Yo, adquirir sabiduría, pero cuando la encuentra, en un inicio no la sabe reconocer. Govinda, su mejor amigo, por otro lado, cree que Siddhartha será un excelente maestro, pero llega un momento en que sus caminos se separan, porque el aprendizaje de cada uno debe ser distinto, ya que cada uno tiene distintas experiencias que adquirir.
Govinda se pasa el resto de sus días meditando y difundiendo las doctrinas budistas, mientras que Siddhartha se dedica a la vida de vicios y riquezas, hasta que ya esa vida no lo satisface y encuentra algo que le da verdadero sentido a su búsqueda, una sabiduría que no sabía que existía.
Otra enseñanza importante (que se conecta con lo anterior) es que, como dice Khalil Gibran en uno de sus poemas, tus hijos no son tus hijos…
Siddhartha debe aprender que, al igual que le pasó a su padre con él, debe dejar ir a su hijo, para que cometa sus propios errores y así pueda forjar su senda de aprendizaje.
La verdad que este es un muy buen libro. 8/10 (4/5✨).
Y, como esto es todo, me despido.
Hasta la próxima reseña.
Chaíto!!
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